miércoles, 3 de junio de 2009

LANZAROTE (1)





Nos fuimos a Lanzarote. Con los Manolos. Como es muy largo de contar, lo he partido en dos. Dejaré al Barito que os cuente la 2ª parte, más que nada para que haya variadito de opiniones. Llegamos un sábado de mañana, después de un accidentado viaje con una puerta trasera que no cerraba, amenaza de posponer el vuelo, pero no, al final se arregla, bajan unos cuantos y los demás seguimos camino, con hora y media de retraso. Un viento... el cielo nublado. Pánico. Nuestro equipaje de mano (viajábamos en low cost), no llevaba el suficiente abrigo para la climatología de ese día. Pero como valientes, allá que nos fuimos para la "Charca de los Ciclos" , los ojos bien abiertos, las orejas al viento, el corazón preparado para todas las emociones visuales que nos esperaban. En la playa, unos cuantos "guiris" buscando unas piedrecitas verdes, que llaman olivina, que ahí sale ya pulidita por el mar, y con la que inundan todos los mercados de artesanía paseados durante nuestra estancia, en forma de bisutería.

Después, los "hervideros", unos agujeros impresionantes en la roca volcánica que cubre toda la isla, y por la que se precipita la mar enfurecida cuando la marea alta. Nos maravilla el cuidado de las instalaciones para que el turista se pueda acercar a ver . Respetuoso con el entorno, todo negro, hasta las papeleras, que ya podríamos aprender algo los de nuestro famoso valle de la arquitectura negra.
Tarde de siesta ( nos habíamos levantado a las 5hs.) y paseo por Arrecife.Decepción general, Arrecife no contiene más que unos cuantos edificios antiguos, lo resto, ya sabéis, casas de pisos , avenidas peatonales con sus correspondientes negocios adocenados. El Barito y el Manolo se meten en un supermercado a comprar pipas, y salen con una bolsa repleta de plátanos en pretensión de proveernos de fruta para la estancia. Carcajada de las féminas.. ¿qué hacemos con tantos plátanos? que aparte de ser verdes, estriñen un montón, y ya sabéis, de viaje, hay que cuidar el tránsito.

Ligero mosqueo de los varones, pero todo acaba bien con un bonito paseo al atardecer hasta el castillo de "San Como se llame", seguido de una deliciosa a la par que muy barata cena de barbacoa en la taberna más autentica del paseo marítimo.
Domingo por la mañana, sigue el viento y los nubarrones. pasamos por Arrecife, dónde el Barito se deleita con unos barquitos tele-dirigidos y una competición de vela latina. Nos vamos para Teguise, con un mercadillo de "artesanía local" que nos recomiendan. Nos encontramos con un pueblo precioso, todo él encalado , con sus palmeritas verdes y sus rocas negras, invadido por una fauna poco autóctona que nos vende cosas, algunas atractivas otras no, algunos precios desorbitantes y mucho acento alemán. Nos comemos los bocatas y la botella de vino a la vera de la iglesia. Ya es hora de tomar decisiones. Compramos un "bono" para 6 visitas , las más atractivas de la isla. Empezamos por el "Jardín de Cactus", con una cuidadosa remodelación de un antiguo cráter, mucho cactus, muchos "guiris" y poca chicha. Es bonito, no lo podemos negar y lo disfrutamos. Después vagamos en coche por la costa, y a la hora de la cena, que aquí es hora alemana, se nos ha hecho un poco tarde (las 8hs.1/2). Después de varios intentos frustrados, terminamos en San Bartolomé, en el Bar Manolo, dónde nos pegan la clavada del siglo por una cena bastante cutre. Ahí, al calor del ron-miel de la sobremesa, decidimos la excursión del día siguiente, que sera Timanfaya.
Pese a que nos avisan que no podemos "andar solos" por el parque, que nos ofrecen una excursión en autobús, vamos para Timanfaya. Pasamos dónde los camellos, pero hay tal avalancha de turistas que desistimos. Arriba nos espera el "bus" repleto, pero la excursión es im-presionante ( palabra repetida hasta la saciedad durante la estancia, y que yo, que tengo oídos muy finos, pedí sustituir por algunos adjetivos más apropiados, y que el Barito cambió por un "es la p----a").
No sé si tengo palabras para expresar lo que experimentamos, son kms y kms de roca esparcida, deformada, torturada por varios años de erupciones , allá por el siglo 18º, una gama cromática de ocre, rojos y negros, que te coge y te retuerce ahí dónde el centro del "chi" y te deja anonadado. Recomiendo. Lo mejor de la isla. No os perdáis el centro de interpretación, dónde unas amables guias nos indicaron las rutas que si, podíamos hacer a pie, y sin guía. Le dimos la vuelta a un volcán, con un camino de arena volcánico lleno de "olivina " que no nos atrevíamos a coger, pero encontramos un autóctono excavando en la roca que nos regaló un precioso pedrusco, así que luego si que nos atrevimos y trajimos algunas muestras en la mochila. Nos metimos por el cráter, en el mismo epicentro de la cosa, que parecía más bien un lugar de culto céltico, dónde nos recogimos en silencio.
Luego un paseo por la zona de las bodegas. Notable el paisaje de viñas. Las bodegas, cerradas hora alemana. Nos atendieron en una, de bastante mala gana pues iban a cerrar, y nos bebimos, a palo seco y por el módico precio de 1€ la copa, un "Malvasía blanco seco" nada desdeñable. Luego seguimos hasta la costa, cena pesquera, un creo que "bocinegro" que nos enseñaron antes de cocinarlo, con dos botellas del famoso malvasía, y un camarero parlanchín que nos contó cosas de los caciques de la isla.
Lo dicho, un 10 para el Timanfaya, un 10 para el vino de la isla, y dejo al Barito que os contará el resto cuando tenga tiempo y ganas, pues a mí, con tanto subir fotos a velocidad de pedales, se me ha hecho tarde, y tengo que ir a recolectar pétalos de rosa silvestre para hacer mi famosa "Confitura de rosas".

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