martes, 8 de abril de 2014

Morriña de Valencia


Fin de semana valenciano en blau y aroma de azahar.

 Más tópico , imposible. Pero qué hermosura y cuanta luz.

Cañas y Barro, la Albufera mítica.

El Barito, emocionado, de capitán
che qué bo el arroz a banda!
El Barito y yo fuimos deambulando por escenarios de nuestros recuerdos con un poco de nostalgia,  y mucho deleite.

Disfrutando del sol, la luz, el calorcillo, el re-encuentro con buen@s amig@s, los hijos, y esa nietecilla preciosa que nos ha tocado en suerte, cuyo cariño  nos repartimos a la par.

Después de ver actuar a Isaac, fantástico en la "Zapatera prodigiosa", terminamos de la mejor manera posible: tomando cañas en el Cabanyal al anochecer.



Un placer

jueves, 3 de abril de 2014

CALNEGRE




Hartos de lluvias, frío y  negruras, nos decidimos por una semana de luz. El sur de Murcia, Calnegre, muchas veces en nuestro punto de ruta, pero nunca alcanzada, consiguió nuestra mutua aprobación. Aunque los pronósticos del tiempo eran inciertos, nos fuimos para allá.

Alquilamos un estudio, bastante cutrecillo y falto de mucho más que lo superfluo, pero con una ventaja que lo hace hasta recomendable: está en la misma playita de Parazuelos, a un par de kms. de las Puntas de Calnegre.  !Qué delicia nuestro primer desayuno entre mimosas!


El descubrimiento de la ciudad de Águilas, recorrida en pro de víveres para nuestra gran semana de aislamiento mediático.

Una preciosa ruta de vuelta avistando el mar. 
Para seguir con el disfrute de no tener nada más que hacer que dejarse llevar por los caprichos del tiempo
Paseillos por esta playa, solo para nosotros, con el sol de cara y el viento a veces de popa, a veces de proa , que nunca sabré reconocer  popa de proa, lo que al marinero compañero le resulta incomprensible, pero hay cosas que es mejor no investigar, dejarlas en el cajón mágico de lo desconocido.



Álvarito volando cometas.
La Coba vigilando la casa. 


El corazón sosegado, la mente reposada.

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Poco a poco fuimos descubriendo el parque natural de Calnegre. Recorriendo parte de la pista hasta Cabo Cope, que transcurre entre paisajes agrestes y abruptos, para abrirse al mar a cada paso.   
Si calienta el sol y eres valiente, te puedes dar un chapuzón en la cala del Baño de las Mujeres, o la del Siscal, o cualquiera de las múltiples que salpican el litoral. 





A babor, o a estribor, que ya
expliqué que los términos marinos los dejo para las novelas de Conrad, en el dulce sabor  de la infancia, teníamos la bahía de Mazarrón, con la playa de Bolnuevo. Otra vez pista y manta, colinas y calitas, esta vez en arena dorada, esculpida por la sal y los avatares del temporal, para lucir más bonita.



De vuelta a Águilas, que al Barito se le rompió la cometa y necesitaba material para reparar, intentamos acceder  al Hornillo, antiguo embarcadero minero, y sus famosas escalinatas de azulejos. Incomprensiblemente solo se puede ver de lejos, ya que el acceso está protegido por una valla, que los jóvenes aguileños saltan con alegría, pero nosotros  reculamos con cobardía.


Todo esto transcurría por ese lado de la carretera, el de nuestra casa. El lado reservado a los turistas para que se queden mirando al mar, y no giren la cabeza para atrás.  Del otro lado, otro embrujo. Más sórdido y silencioso en el que se presentía toda la desolación y aislamiento de la emigración en patera. A ellos no se les veía. Traídos en autobuses, los descubrimos un día en los campos de lechuga de la marina de Cope. Me asomé al atardecer y no me atreví a ir más allá. También es bonita esta foto, ¿no?