jueves, 8 de septiembre de 2016

COLLIOURE, ETAPA FINAL

Bajamos a Collioure al atardecer. Recuerdo haberla nombrado en uno de mis poemas infantiles ( yo era la "Minou Drouet" de la famille), como "un petit joyau dans son écrin". No sé porque la nombre así, pero al encontrarme con Collioure cuando se abre al mar, lo entendí.


Álvaro también, se quedó "bouche bée".
Es un puerto mágico, abierto al mediterráneo y a su luz con toda la fuerza de sus murallas ancestrales. No transmite agresividad ni dramatismo, como pueden hacerlo La Rochelle o Saint Malo, sino una amabilidad dulce, una permisividad que invita a entrar, a sentarse y contemplar.
Barcos de pescadores. Pequeñas fabricas de anchoas en salazón. Todo a medida humana.
Ha crecido a lo ancho, por las urbanizaciones que se adivinan flanqueando las montañas. 
Sigue oliendo a viña, a sal , a fenouil y a especies.
Paseando por sus calles, bajo sus balcones "joufflus",  recordamos el itinerario diario de Machado. 
No pudo faltar una incursión al cementerio y una flor robada de un árbol cercano para su tumba. 
Una lagrimita y un sentir por esa maldita guerra que intentó una vez más hacerse con nuestra libertad.
Los miles de seres apiñados en la playa de Argelés, del otro lado de la bahía.
En el puerto de Port-Vendres, igualmente amable,  pero más real, una inscripción recuerda que desde ahí zarparon hacia Argelia los barcos cargados de perseguidos por el fascismo "Plus jamais le fascisme".
Cobita seguía nuestros pasos, resignada.
Compramos anchoas y vino. 
.A los vinos de Bourgogne o de Bordeaux, que me parecen vinos tristes, pesados, ceremoniosos aunque a veces sublimes, pero a beber en soledad, prefiero los cantarines del "Roussillon". Vinos alegres, de buena fruta, de cantar todos juntos alrededor de la mesa. Tienen " l'accent du midi" y el sol en sus botellas.
El bodeguero que nos lo vendió llevaba esta pegatina en el mostrador.
En todos los lugares turísticos visitados, nos preguntaban si veníamos de "Catalunya" o de "España".
El dulce  Banyuls hizo remontar las burbujas doradas de mi infancia.
Guarde las gemas en mi mochila.
Que no se deslicen más en el agujero negro de la desmemoria.

Nos prometimos volver, quizás para mucho tiempo.

2 comentarios:

Miguel Cordero dijo...

Conocí Coliioure mucho más tarde, ya de mayor. Su playita, el puerto, sus calles coloridas, los crêpes con grand marnier... Pero a mis doce años, cuando llegué siendo el único de la familia que hablaba francés; sólo conocí la farmacia y una tienda de ultramarinos donde me tocó entrar a preguntar por "le cimétière". Y, tras muchas preguntas y muchas vueltas logramos encontrar el cementerio y, en él, la tumba de Don Antonio. Recuerdo que estaba junto a la tapia, en un sitio diferente a la actualidad. Recuerdo que ni yo ni nadie supimos qué decir y que, sin saber nada de Machado, o muy poco, lloré. Que salimos padres, abuela e hijo calladicos, por la calllejuela que hoy lleva el nombre del poeta hasta el hotel Quintana. Poco más: la plaza, vuelta al coche y mucho silencio camino de nuevo hacia Port Bou. Tardé mucho en descubrir el Colioure de color, de Mediterráneo, de los pintores y los veraneos de gauche divine. Aún recordando aquella primera vez en Collioure ¿tal vez mi primera vez en Francia? mi recuerdo es de un nudo en la garganta.

"Murió el poeta lejos del hogar, lo cubre el polvo de un país vecino..."

Mijo dijo...

Exacto, un nudo en la garganta, eso fuelo que sentimos el Barito y yo. Un beso
263(esos 263 los acaba de escribir Fanny,que es muy escritora, ahora me está chupando el cuello)